Viajar en noviembre tiene algo especial: las temperaturas bajan, los turistas desaparecen y la autenticidad de los lugares aflora de una manera muy íntima. Así fue mi experiencia en Murcia a finales de noviembre. Esta ciudad, situada en el sureste de España, es un paraíso gastronómico poco explotado que merece ser saboreado con calma, plato a plato, bocado a bocado. Acompáñame en este recorrido lleno de sabor y aprende conmigo cómo comer como un murciano de verdad.
1. El clima invita a comer bien
Llegué a Murcia justo cuando los días eran más cortos y frescos, pero no fríos. El otoño estaba en su punto justo: con cielos despejados, brisa suave y ese tipo de luz dorada que hace que todo parezca más cálido y acogedor. Durante el día, la temperatura rondaba los 18°C, perfecta para caminar por el casco antiguo sin abrigarse demasiado y, por supuesto, para sentarse en una terraza al sol con una copa de vino blanco de Jumilla o una caña bien fría.
Las terrazas estaban tranquilas, frecuentadas principalmente por locales. Me encantaba observar cómo la vida en Murcia fluía con serenidad: señores leyendo el periódico con su café, grupos de amigos compartiendo tapas, camareros que te saludaban con una sonrisa genuina. Se respiraba autenticidad.
Al caer la tarde, el ambiente se volvía más fresco, invitando a buscar el calor de un buen restaurante y dejarse envolver por los aromas de guisos tradicionales, platos calientes y vinos tintos robustos. Fue entonces cuando descubrí que noviembre, lejos de ser una temporada baja, es en realidad uno de los mejores momentos para conocer la verdadera esencia gastronómica de Murcia.
Sin aglomeraciones turísticas y con productos de temporada como alcachofas, setas, cítricos y legumbres en su mejor momento, cada comida era una celebración de la tierra. Además, la hospitalidad local se sentía más cercana y auténtica, con tiempo para la conversación y la recomendación. En definitiva, el clima, la calma y el sabor se alinearon para ofrecerme una experiencia inolvidable.
2. Los platos que no te puedes perder
a. El zarangollo
Uno de los platos más tradicionales que probé fue el zarangollo. A simple vista parece sencillo: calabacín, cebolla y a veces patata, todo rehogado y cuajado con huevo. Pero el sabor… ¡es otra historia! Lo pedí como entrante en un restaurante familiar cerca de la Catedral de Murcia, y fue la mejor manera de comenzar una comida. Es suave, dulce por la cebolla caramelizada y reconfortante.
Consejo para pedirlo:
Di: “¿Tienen zarangollo hoy? Me gustaría probarlo como entrante.”

b. Ensalada murciana o «mojete»
Este plato frío me sorprendió por su sencillez y sabor: tomate en conserva, cebolla, aceitunas negras, atún y huevo duro. El secreto está en el aceite de oliva virgen extra de excelente calidad que lo cubre todo.
Perfecto para compartir, sobre todo con un poco de pan crujiente.
c. Caldero del Mar Menor
Uno de mis favoritos. Este arroz caldoso, típico de la zona costera, se prepara con pescado de roca y ñoras (una especie de pimiento seco). Lo comí en un restaurante de Santiago de la Ribera y me explicaron que, tradicionalmente, se sirve el arroz por un lado y el pescado con alioli por otro.
Consejo para pedirlo:
Preguntar primero si es para mínimo dos personas, ya que muchos arroces en España tienen esta condición.
Frase útil: “¿El caldero es para compartir? ¿Está disponible hoy?”
d. Pastel de carne murciano
Un clásico de la repostería salada. Se trata de un hojaldre relleno de carne, chorizo y huevo. Crustoso por fuera y jugoso por dentro. Ideal para una merienda contundente o como comida rápida entre visita y visita.
Se puede comprar en confiterías o panaderías locales. Yo lo probé en Confitería Bonache, una de las más emblemáticas.
e. Michirones
Este plato caliente, perfecto para las noches más frías de noviembre, está hecho con habas secas, chorizo, jamón y laurel. Es un guiso sabroso y picante que se sirve en cazuela de barro. No apto para los que no toleran el picante, pero si te gusta un toque de fuego en la boca, ¡es un must!
f. Tapas y más tapas
Una de las mejores formas de conocer Murcia es a través de sus bares de tapas. En la zona de Plaza de las Flores encontré algunos de los bares más animados de la ciudad. Recomiendo:
- La Marinera: una rosquilla con ensaladilla rusa y una anchoa encima. ¡Crujiente, salado y cremoso a la vez!
- Caballito: una brocheta de gamba rebozada. Muy típica.
- Matrimonio: una tapa que une boquerón y anchoa. Juego de sabores.
3. Dulces murcianos que tienes que probar
a. Paparajotes
Mi postre favorito en Murcia. Es una hoja de limonero rebozada en masa y frita, luego espolvoreada con azúcar y canela. No se come la hoja, solo la masa que la envuelve. Los probé en un pequeño restaurante en La Alberca, y el camarero, muy simpático, me enseñó cómo comerlo correctamente.
Frase útil: “¿Tienen paparajotes? He oído que son típicos de aquí.”
b. Cordiales
Típicos de la Navidad, pero desde noviembre ya se ven en muchas pastelerías. Hechos de almendra y cabello de ángel (una especie de dulce de calabaza confitada), son ideales para llevar como recuerdo gastronómico.
4. Bebidas locales para acompañar
- Vinos de Jumilla y Bullas: Murcia cuenta con varias denominaciones de origen. Probé un vino tinto de Jumilla con un guiso de cordero: ¡maravilloso maridaje!
- Estrella de Levante: la cerveza más popular de la región. Refrescante y ligera.
- Café asiático (aunque más típico de Cartagena, lo puedes encontrar en Murcia): lleva licor 43, leche condensada y café. Dulce y fuerte.
5. Consejos prácticos para comer en Murcia
✅ Sigue el horario local
- Comida: entre 13:30 y 15:30
- Cena: entre 20:00 y 22:30
Llegar muy temprano a un restaurante puede ser sinónimo de encontrarlo cerrado o vacío.
✅ No te saltes el menú del día
Muchos restaurantes ofrecen un menú del día muy económico (entre 10-15 euros) que incluye primer plato, segundo plato, bebida, pan y postre o café.
Frase útil para preguntar: “¿Tienen menú del día? ¿Qué incluye hoy?”
✅ Reserva con antelación en fines de semana
Aunque noviembre no es temporada alta, los locales salen mucho a comer fuera, especialmente en fines de semana. Recomiendo llamar o reservar online si planeas visitar un sitio popular.
6. Mis restaurantes recomendados en Murcia
Aquí te dejo una pequeña lista de sitios donde comí y volvería sin dudar:
- El Rincón de Pepe – clásico, elegante y con excelente cocina tradicional.
- Los Toneles – informal, perfecto para tapas y ambiente local.
- La Pequeña Taberna – cocina murciana auténtica con un toque creativo.
- Confitería Bonache – para pastel de carne y dulces tradicionales.
- Restaurante Salzillo – excelente atención y platos murcianos con presentación moderna.

7. Regalos gastronómicos para llevar a casa
Antes de irme de Murcia, pasé por el Mercado de Verónicas donde compré:
- Mermeladas artesanales de higo y tomate
- Aceite de oliva virgen extra local
- Vino de Jumilla
- Dulces navideños como cordiales y tortas de Pascua
Son recuerdos que no ocupan mucho espacio y mantienen vivo el sabor del viaje mucho después de haber vuelto a casa.
Murcia me sorprendió por su autenticidad, su riqueza gastronómica y la calidez de su gente. Comer aquí no es simplemente alimentarse, es formar parte de una cultura viva, orgullosa y profundamente arraigada en su tierra. Cada tapa, cada plato, cada copa de vino tiene una historia, una raíz y una identidad propia que refleja siglos de tradición, mezcla de influencias y respeto por el producto local.
Lo que más me fascinó fue la forma en la que la gastronomía se vive en el día a día. Aquí, la comida no se toma con prisas: se saborea, se comenta, se comparte. No es raro ver a familias enteras reunidas alrededor de una mesa un domingo al mediodía, disfrutando de un arroz, unas marineras o un guiso de cuchara, mientras conversan animadamente y se olvidan del reloj. La mesa en Murcia es un punto de encuentro, un ritual social, un espacio de afecto.
A finales de noviembre, esta experiencia se vuelve aún más íntima. Sin la avalancha de turistas del verano, puedes vivir la ciudad como un local: caminar por sus calles empedradas sin agobios, encontrar mesa en los bares más auténticos y charlar tranquilamente con camareros y cocineros que no tienen prisa, pero sí pasión por lo que hacen. En esta época, los productos de temporada —como las alcachofas, las habas, los cítricos— llenan los mercados y protagonizan muchos de los platos que probé. La cocina murciana se adapta al calendario y a la tierra, y eso se nota en cada bocado.
Si visitas esta región a finales de noviembre, como hice yo, prepárate para un festín sin prisas. No solo comerás bien, sino que también aprenderás a mirar la vida con otra calma, otro ritmo. Murcia no es solo sol y huerta: es un banquete de sensaciones para quienes saben mirar y saborear más allá de lo obvio. Es una ciudad que se revela lentamente, como una receta que necesita su tiempo para alcanzar su máximo sabor. Y créeme: vale la pena cada segundo.